La raza ibérica es mucho más que un símbolo gastronómico: representa siglos de tradición y armonía con la naturaleza. Criado en sistemas extensivos en la dehesa, este animal aprovecha de forma sostenible los recursos del ecosistema, como las bellotas, contribuyendo activamente a la conservación de un paisaje único y biodiverso. Su presencia en la historia de la Península Ibérica es profunda, con raíces que se remontan a tiempos prerromanos, pasando por la época romana —cuando su carne era un manjar imperial— hasta convertirse en un emblema de la cultura rural medieval. Hoy, la carne del cerdo ibérico, y en especial su jamón curado, es reconocida por su calidad excepcional, fruto de una genética autóctona y un manejo tradicional que respeta los ritmos de la naturaleza. Elegir productos del cerdo ibérico es apostar por sabor, historia y sostenibilidad.